Recientemente, por medio de una noticia difundida por la agencia EFE y publicada en diferentes periódicos el 5 de Julio, hemos podido leer que, según ha declarado el director de la Asociación de la Madera de Euskadi, Baskegur, el tratamiento con óxido cuproso en los pinos enfermos por la “banda marrón” parece ser eficaz.
Esta noticia, a priori consoladora, nos ha vuelto a encender las alarmas rojas. Y es que en esa noticia se recoge textualmente: “Azkarate ha explicado que se están haciendo pocos tratamientos con óxidos cuproso, por las limitaciones en las hectáreas autorizadas, por las condiciones de aplicación —desde el suelo y con una distancia de seguridad de 100 metros a núcleos urbanos o cursos de agua— y porque hay que tener en cuenta la meteorología, “necesario tiempo sin lluvia y con poco viento, para que el óxido no sea ‘lavado'”. Hasta ahí lo ya conocido. Pero en los párrafos siguientes se escribe: “Además del cuproso, los forestalistas están ensayando con otros productos para parar el hongo, como aceites esenciales, extractos de plantas y abonos para fortalecer los árboles”. He aquí la novedad, pues hasta hoy ni desde el sector ni desde la administración se ha informado de que vayan a utilizar otros productos ajenos al óxido cuproso en esa estrategia fitosanitaria que se está sufragando con dinero público.
Puesto que Neiker está investigando las fumigaciones de las parcelas experimentales, esperamos saber qué y cómo se están ejecutando esos trabajos; será muy interesante conocer la incidencia exacta del óxido cuproso en el uso de esa mezcla de compuestos. Pero, ¿quién está controlando lo que se está haciendo en las parcelas privadas?
Dichos tratamientos fitosanitarios dependen de las pocas empresas forestalistas que hay en nuestro entorno capaces de responder a los requerimientos técnicos y materiales establecidos, y sabemos que además del óxido cuproso se están utilizando fungicidas genéricos y sistémicos (como por ejemplo, el metil-tiofanato) mucho más agresivas y lesivas para el medio ambiente, y por ende, para nuestra salud.
De ahí nuestra preocupación: ¿Informan estas empresas a los propietarios con qué productos están fumigando sus pinares? ¿Se explicita en esos permisos de fumigación que da la administración qué productos y en qué dosis se tienen que emplear? ¿Quién está controlando estas actuaciones? ¿Estamos, otra vez, ante un nuevo fraude?
Este último capítulo del culebrón al que se dio inicio con la denominada “Estrategia vasca para la recuperación de bosques de coníferas” es un ejemplo más del grado de improvisación y de desconocimiento del que vienen haciendo gala tanto nuestras administraciones públicas como Baskegur. Esperamos respuestas, creemos que tenemos derecho a ello.