Médicos del GEIS reiteran su posición contra la incineración.
2016-07-16
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También se quejan del vacío que les hacen algunos medios, negándoles hasta el derecho a réplica.
En el Grupo de Estudios sobre Incineración y Salud (GEIS) llevamos desde el 2004 analizando los estudios científicos más rigurosos en torno a la incineración de residuos.
Nos vemos en la obligación de dirigimos a ustedes para transmitirles nuestra
preocupación por lo que está ocurriendo últimamente en torno a las informaciones
relacionadas con la incineración y la salud.
Hace unos día se produjo la comparecencia en las Juntas Generales de Gipuzkoa de
Juan José Aurrekoetxea, profesor de Medicina Preventiva de la Universidad del País Vasco,
y de Jesús María Ibarluzea Biólogo, doctor en Salud Pública y responsable de la unidad de
investigación en Epidemiología Ambiental y Desarrollo infantil de Biodonostia. Hablaron
de la relación entre las incineradoras y la salud, defendiendo la tesis de que las dioxinas
en torno a las incineradoras están bajo control. Pues bien, ambas comparecencias fueron
ampliamente recogidas en El Diario Vasco y Noticias de Gipuzkoa, entre otros medios.
Sin embargo, cuando GEIS compareció en las Juntas Generales el pasado 23 de mayo,
salvo honrosas excepciones, casi nadie se hizo eco de la noticia. Esto nos ha hecho
reflexionar sobre el tipo de periodismo que tenemos, si es un periodismo que informa o si,
por el contrario, adoctrina. Y es que en los medios citados, por ejemplo, se ha mencionado
reiteradamente a GEIS y no hemos podido defendernos. Es más, hemos sido insultados
públicamente solo por ser mensajeros de unos datos científicos que no son nuestros, que
son públicos. El derecho a réplica, la pluralidad informativa, el contraste de información y,
lo que es más grave, el hurto a la ciudadanía del derecho a la información son los grandes
paganos de esta actitud.
Ante la imposibilidad de expresarnos por otros medios, les hacemos llegar por esta
vía nuestras consideraciones en torno a lo expuesto por Aurrekoetxea e Ibarluzea en
Juntas Generales. Creemos que es nuestra obligación como profesionales de la salud hacer
públicas nuestras puntualizaciones, rectificaciones y exigencias, que enumeramos a
continuación.
En primer lugar, Aurrekoetxea e Ibarluzea aseguraban que “los análisis realizados no
confirman el aumento de dioxinas en torno a las incineradoras”. Desde GEIS nos
alegramos de que en los estudios aportados por ellos no aumente el número del tipo de
dioxinas analizado. Sin embargo, nuestro interés y preocupación se centra en los
resultados que sí tienen que ver con la salud de las personas. Concretamente, en el
aumento de las enfermedades y aumento de mortalidad que se produce en la población
cercana a las incineradoras. Multitud de estudios demuestran que, ya sea por dioxinas o
por otros compuestos -conocidos o desconocidos- que se generan al quemar basuras, ese
aumento es real.
Pese a que en los estudios mencionados por Ibarluzea y Aurrekoetxea no se confirma
un aumento de dioxinas, esos estudios no pueden garantizar que no se produzca
aumento de cáncer u otras enfermedades. Las dioxinas no son el único elemento que
puede producir cáncer, hay multitud de sustancias que lo pueden provocar. El aumento de
cáncer se asocia con metales pesados, NO2, SO2, CO2, Hidrocarburos aromáticos
policíclicos, material particulado, los furanos, escorias, cenizas… Y ¿qué pasa con el
Arsénico que se acumula en torno a las incineradoras, como reconoce la propia Zabalgarbi,
la incineradora de Bilbao?
Además, el Dr. Aurrekoetxea ha concluido que habrá que esperar “dos o tres años”
para sacar conclusiones “válidas” sobre este tema, ya que para demostrar una relación
entre una sustancia y la aparición de un cáncer los análisis deben prolongarse durante “al
menos 10 años”. Es decir, reconocen que aun no sabemos qué puede pasar.
Aurrekoetxea e Ibarluzea hicieron mucho hincapié en que “la incineradora no será la
instalación más contaminante de Gipuzkoa”. Creemos que este tipo de argumentos más
que tranquilizar lo que hacen es atemorizar aun más a la ciudadanía. Efectivamente, la
contaminación ambiental es uno de los mayores problemas y retos del siglo XXI. Y es que
los estudios demuestran la relación causal entre el calentamiento global y el aumento de
la mortalidad y de morbilidad. El problema que no mencionan Aurrekoetxea e Ibarluzea es
que los tóxicos son bio-acumulables y que a mayor exposición, mayor riesgo de enfermar
y morir. Entonces, ¿para qué vamos a sumar otra fuente de contaminación a las que ya
tenemos? La tendencia debería ser la de disminuir los puntos de contaminación, no la de
aumentarlos. El Parlamento Europeo ya está tomando cartas en el asunto y por eso
plantea que, a partir del 2020, no se podrá incinerar ni verter nada que se pueda reciclar y
reutilizar.
De entre todos los estudios existentes que demuestran la relación entre la exposición
a la incineración y el enfermar, Ibarluzea y Aurrekoetxea se centraron únicamente en
intentar desacreditar el estudio realizado en el Estado Español por el Centro de Salud de
Investigación Medioambiental del Instituto de Salud -que no universidad- Carlos III,
centro de referencia para investigación epidemiológica medioambiental.
Dicen que este trabajo de investigación epidemiológica publicado en 2012 está basado
en datos de incineradoras antiguas, que las modernas apenas contaminan. ¿Por qué
Ibarluzea y Aurrekoetxea no citan muchos otros estudios, algunos muy recientes, que
relacionan la exposición a las incineradoras con aumento de cáncer, aumento de
mortalidad, aumento de malformaciones congénitas, aumento de abortos, aumento de
enfermedades respiratorias y cardiovasculares…? No lo decimos nosotros, lo dicen
Ashworth, Elliott, Porta, Ranzi, Ancona, Viel, Warner y muchos otros autores de estudios
que asocian diversas enfermedades e incineración.
Critican, asimismo, que el de Carlos III es un estudio observacional, pero obvian que
no sería ético realizar experimentos exponiendo a poblaciones humanas a una
incineradora para ver qué ocurre. Dentro de los estudios observacionales el estudio
ecológico es un diseño de tipo descriptivo que se ha consolidado como uno de los más
usuales en los últimos años en el campo de la epidemiológía ambiental (Walter, 1991).
Por otro lado, en ambas comparecencias quedó de manifiesto la intención de acotar el
debate asegurando que las dos únicas alternativas que hay son las incineradoras o los
vertederos tradicionales. Pero esconden que la incineradora conlleva de forma obligatoria
dos tipos de vertederos: uno para las escorias residuales de la incineración, que hay que
analizar antes de llevarlas al vertedero para valorar su peligrosidad, y otro para las
cenizas, que son residuos peligrosos con mucho contenido de dioxinas que hay que
mandar a vertederos controlados para residuos peligrosos. Y hay que recordar que
estamos hablando de que prevén enviar a vertedero nada más y nada menos de 50.000T
al año. Que se debe sumar al otro vertido que las incineradoras emiten a la atmósfera por
la chimenea (entre otras sustancias emiten C02: Zabalgarbi en 2014 emitió 235.000
toneladas). Por lo tanto, es falso que con la incineradora desaparezcan los vertederos.
Por último, insistieron mucho en que “no existe el riesgo cero” en ninguna actividad
humana. Cierto, tienen razón. Quizás sea su manera de reconocer que las incineradoras
modernas también emiten contaminantes al aire y a través de las escorias y cenizas que
producen.
Por ello, desde GEIS decimos a todo aquel que quiera escucharnos que hay que aplicar
el principio de precaución. No en vano, en un radio de 10 km alrededor de Zubieta viven
más de 270.000 personas, la mayoría en Donostia. Hay que promover el debate y decidir
sobre las diferentes soluciones a la gestión global de residuos y no centrarse en cómo
gestionar los vertidos. Existen alternativas más saludables. Mientras tanto, apliquemos
el principio de precaución.
Donostia 04 07 2016