Eguzki se congratula de que haya terminado la fluoración obligatoria del agua potable, pero lamenta que lo haya hecho sin autocrítica alguna
2021-02-09
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Un dibujo extraído de un tríptico que Eguzki publicó hace treinta años sobre la fluoración.
Aguas del Añarbe ha anunciado la supresión de la fluoración del agua potable que suministra a todos los municipios de la Mancomunidad, que se venía realizando desde 1994. Se suma así a las principales entidades gestoras del abastecimiento de agua en la Comunidad Autónoma Vasca, pues también la han eliminado el Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia, Aguas Municipales de Vitoria-Gasteiz S.A., el Consorcio de Aguas de Gipuzkoa o la Mancomunidad de Aguas de Txingudi.
Eguzki, que en su día, hace ya treinta años, realizó una importante campaña contra la fluoración –sin éxito, evidentemente–, se congratula de que haya terminado. Ahora bien, lamenta que lo haya hecho sin ningún tipo de reflexión crítica y, menos aún, autocrítica por parte del Departamento de Sanidad del Gobierno Vasco.
Porque fue el Departamento de Sanidad quien impuso la fluoración por decreto en 1988, con el objetivo de prevenir la caries dental infantil, cuyos índices eran muy altos. Un conjunto de factores ha permitido que esos índices hayan mejorado en las últimas décadas. Al Departamento le gusta decir que, entre esos factores, se encuentra la fluoración, pero lo cierto es que han mejorado en toda Europa, donde casi ningún Estado fluora las aguas de consumo humano, y, de hecho, el índice de caries a los 12 años es muy similar en zonas con agua fluorada, como Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, y en zonas donde nunca se ha fluorado, como Navarra. Tampoco se fluora, dicho sea de paso, en Iparralde, pues es algo que la legislación francesa no contempla.
Es decir, no está nada claro en qué medida la fluoración de las aguas ha podido contribuir a la disminución de las caries infantil y, además, según copiamos literalmente de la nota de Aguas del Añarbe en la que se informa de su supresión, “también ha sido una medida controvertida que ha llevado a su eliminación en muchos países europeos”. ¡Joño! ¡Pues eso es lo que decíamos hace treinta años!
La foto es de 1994, el año en que el Añarme inició la fluoración. La pancarta está colocada en la misma presa.
Las razones para la controversia eran y siguen siendo básicamente las mismas: que lo que podía ser bueno para parte de la población no tenía por qué serlo para el conjunto, que no había evidencias de que el consumo continuado de flúor en bajas dosis no provocara otro tipo de patologías, que en realidad solo el 1% del agua fluorada era ingerida por la población y que el resto iba a parar directamente al medio ambiente y –fíjense bien en esta–, que era una forma de medicación forzosa de la población, argumento expresamente explicitado para prohibir esta práctica en países como Grecia, Dinamarca, Austria, Bélgica, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Suecia o Finlandia.
La portada de aquel tríptico.
Les pedimos que se fijen bien en esta razón porque, en la actualidad, vacunarse contra el COVID no es obligatorio. “Atentaría contra la libertad de la ciudadanía”, suele argumentarse (aunque podemos sospechar que algo tiene que ver también que en este momento no haya vacunas para todos y todas). Pues resulta que el Gobierno Vasco lleva treinta años medicando por decreto a la población a través del flúor en el agua.
Lo cierto es que, tres décadas después, estamos donde estábamos: no está claro hasta qué punto la fluoración ayuda a prevenir la caries y, en lo que a otras cuestiones respecta, sigue siendo controvertida.