La Comisión de Cultura de las Juntas Generales de Gipuzkoa acordó el viernes, con los votos de PNV, PSE y PP, instar al Gobierno Vasco a “analizar las posibilidades de protección de la integridad material y significado de las cruces de las cimas de nuestros montes”. Ojo: analizar las posibilidades de protección no de tal o cual cruz, sino de “las cruces”. Nuestra inicial sorpresa pronto se tornó en indignación: ¿proteger las cruces? ¿Y los montes? Porque son innumerables los proyectos energéticos, de alta velocidad y de todo tipo que amenazan la diversidad, el paisaje y, en general, el patrimonio de “nuestros montes”, pero las Juntas, puestos a pedir protección, ¿la piden para las cruces?
Han pasado ya unos días desde que conocimos la noticia y, con ellos, el calentón inicial que nos provocó, pero no por ello dejamos de seguir en total desacuerdo con la decisión de las Juntas. Somos conscientes de que el debate en torno a las cruces no es solo de naturaleza ambiental. Lo que en él se plantea es la cuestión del papel de los símbolos religiosos en el espacio público, porque, si bien es verdad que esas cruces, o al menos algunas de ellas, han podido devenir con el tiempo en “tradicionales”, tampoco hay que perder de vista que no son mera consecuencia de una devoción popular espontánea, sino fruto de un tiempo histórico no tan lejano en el que fueron impulsadas expresamente desde el poder religioso y político. Por eso decimos que somos conscientes de que el debate en torno a las cruces no es solo de naturaleza ambiental, pero también es ambiental, pues nos parece evidente la necesidad de despejar las cimas de nuestros montes de elementos ajenos al medio natural.
No se trata de reclamar ahora la eliminación de todas y cada una de las cruces. Desde Eguzki, al menos, no reclamamos eso. Pero no estamos dispuestos a aceptar acríticamente que hay que proteger “las cruces”, con la excusa de que forman parte de la “cultura vasca”, como puede leerse en la resolución aprobada en Juntas. Porque en la cima de los montes sobra cemento, aunque sea en forma de cruz, y retirarlo contribuye a la restauración ambiental, a recuperar el perfil original de los montes. Y entendemos que eso también es “cultura vasca” digna de protección.