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  • Gladys y el cochero borracho

    2019-05-30
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    pegatinaTodo listo para el 40 aniversario de Gladys, incluido el tiempo, por lo que parece.

    En la web www.gladysgogoan.eus encontrarás un bonito vídeo-resumen del programa de Donostia:

    https://www.gladysgogoan.eus/2019/05/bideoa-programarekin-video-con-el.html

    Los programas tanto de Donostia como de Iruñea-Tutera los encontrarás más detallados aquí:

    http://eguzki.org/es/2019/05/24/gladysen-40-urteurrenaren-donostiako-egitarau-osoa/

    http://eguzki.org/es/2019/05/26/gladysen-40-urteurrenaren-iruneako-eta-tuterako-egitaraua/

    En el caso de Donostia, hemos incluido las actividades programadas por la Facultad de Informática para el lunes.

    En el caso de Navarra, en cambio, no hemos incluido la Marcha a las Bardenas, que partirá a las 12 de Los Aguilares. No la hemos incluido pero, por supuesto, los homenajes se han organizado de manera que puedan ser complementarios y, en todo caso, compatibles con la Marcha.

    bardeakPor otra parte, si tienes ganas de leer un poco, te proponemos este artículo escrito por Carlos Trénor, miembro de la iniciativa Gladys Gogoan.

    GLADYS Y EL COCHERO BORRACHO

    Cuarenta años del asesinato de Gladys… y sigue en la memoria de todos. ¿Por qué? Lo hemos dicho muchas veces: Gladys se ha convertido en un símbolo.

    Somos personas porque utilizamos símbolos. Unas veces los símbolos son cosas, o animales. Otras veces son las propias personas las que se convierten en símbolos. Por ejemplo lo fue Che Guevara para varias generaciones. O Mahatma Gandhi para los que apuestan por la no violencia. Pues nuestro símbolo es Gladys. Por muchas razones. Voy a dar algunas.

    Gladys es un símbolo de la injusticia absoluta, de la utilización de la fuerza bruta contra la razón. Por haber sido una víctima de esa violencia militar se convierte en símbolo, no solo de la lucha ecologista, sino del movimiento antimilitarista.

    Pero no voy a insistir en el carácter de víctima de Gladys. Ya lo han hecho muchos y este año siguen haciéndolo – ahora parece que sí– instituciones, prebostes y mandatarios. Voy a subrayar otro aspecto simbólico de Gladys, que considero de absoluta actualidad.

    9.0. gladys.jpggladys1Antonio Machado, en 1915, reflexionaba sobre la política española de su tiempo: aquel turnismo de conservadores y liberales, preñado de caciquismo y fraude electoral. Comparaba a los políticos con un cochero que guiaba el carruaje en que viajábamos todos y comprobaba el poeta una situación límite. Decía el bueno de Machado, hombre moderado donde los haya: “Mas, ¿qué haremos con un cochero loco o borracho que nos lleva a galope y alegremente al precipicio? Habrá que arrojarlo a la cuneta del camino, después de arrancarle por la fuerza las riendas de la mano. Revolución se llama a esta fulminante jubilación de cocheros borrachos”.

    La metáfora de Machado es completamente actual. Tenemos un sistema económico y político en el que unos locos henchidos de vanidad, amantes de la velocidad, azuzan a los caballos, ignorando el peligro colectivo inminente. ¿Hay que poner nombre y apellidos a esos cocheros borrachos? Los traficantes de armas, los dueños de los medios de comunicación, los que controlan las redes sociales…

    Muchos creen que la revolución es una aceleración, un cambio social brusco y repentino. A lo mejor hay que definirla de otro modo. Hoy la revolución puede ser un frenazo, parar la carrera estúpida del crecimiento sin criterio, del gigantismo de las empresas… Pero para frenar es preciso echar del pescante a esos insensatos que nos llevan a la ruina.

    Y aquí es donde surge el símbolo de Gladys. Yo creo que hay cuatro clases de personas en el mundo. La primera clase son los satisfechos. Los que están de acuerdo con la situación general, los que no creen en el calentamiento global, por ejemplo. Están de acuerdo, normalmente, porque se benefician de la situación o porque se alimentan de los medios de comunicación oficiales.

    Gladys zuzendutaLa segunda clase son los que no están de acuerdo con el mundo que padecemos, los que ven la injusticia, el abismo a los pies de los caballos… pero creen que no hay nada que hacer. Todo está controlado desde el poder, piensan, ya ha llegado el 1984 de Orwell. Mientras tanto, tratan de disfrutar de las migajas del sistema, sin considerar que no hay migajas para todos. También ellos son beneficiarios del sistema.

    La tercera clase serían los que, efectivamente, ven con ojo crítico la situación y piensan que hay que intentar cambiarla. Pero no se arriesgan. Deciden no actuar. Esperan que lo hagan otros. Es mucho lío eso de pringarse.

    Y está la cuarta clase de personas. Las que deciden intervenir, las que creen que las cosas se pueden cambiar y actúan. Deciden echar al cochero del pescante y frenar los caballos.

    Bueno, pues Gladys era una persona de esta última categoría. Ese es el valor simbólico que quiero destacar.

    gladys-MattinCuando hace cuarenta años discutíamos sobre energía nuclear, los que la criticábamos éramos unos anticuados, que queríamos volver a la edad media. Al cochero borracho, entonces, se le hacía el culo gaseosa defendiendo las maravillas de la energía atómica. Todavía no había pasado lo de Chernobyl. O quizá había pasado, pero nos lo habían ocultado. Lo importante, entonces, era construir centrales nucleares, todas las que se pudiera. Y los caballos al borde del abismo.

    Hoy tenemos otros debates y el esquema se reproduce. Los que defendemos que hay que generar menos basuras, que hay que reciclar todo… somos inmovilistas, porque la solución es quemar todo lo que se pueda. Los que decimos que no hace falta un tren de alta velocidad, somos unos aguafiestas, que no queremos el “progreso” y todo un largo etcétera.

    Cuando inventamos una palabra para describir una realidad, enseguida nos la prostituyen desde el poder. El progreso, para los viejos anarquistas, era el ascenso en los valores humanos, la fraternidad, la ciencia…  ¿Ahora? La democracia era compartir el poder. ¿Hoy? La incineradora de Gipuzkoa, un modelo de lo que es el comportamiento del cochero borracho, ya no se llama incineradora, sino “complejo medioambiental” de Gipuzkoa.

    Gladys, como muchos otros entonces, no creyó las monsergas de Iberduero, que nos decía (bueno, no solo Iberduero) que gracias a los átomos íbamos a vivir como príncipes y princesas. El enemigo era enorme: todo el aparato económico y político. Había mucha gente que veía la barbaridad de la energía nuclear… pero pensaba que Lemoiz, o Arguedas o… eran inevitables. Hubo otra gente que puso manos a la obra. Unos, como Gladys, desde la no violencia, desde la presión social. No individualmente, sino organizados. Otros, desde la lucha armada. Lo cierto es que se demostró que se podía parar a los caballos desbocados. El cochero borracho no se jubiló, como quería Machado, pero tuvo que estar callado una larga temporada.

    Gladys, símbolo. No un símbolo muerto, sino muy vivo entre nosotros. Y no solo un símbolo de la víctima. Gladys símbolo para la acción, para hacer frente a todos los despropósitos de los cocheros locos o borrachos de hoy.  Hemos puesto en Gladys el sentir y el pelear de toda una generación y pensamos que el modelo también es válido hoy.

    Porque organizándonos podemos parar a los caballos desbocados… y jubilar de modo fulminante al cochero borracho.

    Carlos Trénor Dicenta, miembro de la iniciativa Gladys Gogoan


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