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  • La ballena vasca esta desapareciendo: solo quedan 356 ejemplares

    2020-11-06
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    Euskal baleakEsta ballena, también era conocida por otros nombres, como Ballena Sarda, Balena Biscayensis, Ballena Franca …, aunque hay autores que las diferencian.

    La ballena que se acercaba a nuestras costas, tenía unas características propias, como su gran cabeza con unos ojos pequeños y una mandíbula muy curvada. El color más común, era el negro, a pesar de que también solían tener unas manchas blancas en el vientre y cerca de las barbas. Carecía de aleta dorsal y tenía, más o menos, 270 barbas. Solía medir unos 15 metros y pesaba 60 toneladas.

    Generalmente nadaban en grupo, y poseían un vínculo familiar muy fuerte (factor que no pasó desapercibido a los arrantzales), por ello, en caso de ser posible, se prefería herir primero a las crías, ya que la madre nunca la abandonaría, y el macho a su vez tampoco desampararía a su hembra.

    Había otro motivo que las hacía atractivas, y es que aguantaban una hora bajo el agua y nadaban muy cerca de la superficie. Su respiración era tan fuerte que se veía fácilmente a distancia. Pero, sobre todo, porque al morir salían a flote no hundiéndose como lo hacían otras especies marinas.

    Antiguamente era común a ambos lados del Atlántico Norte, extendiéndose su área de presencia desde las islas Bahamas hasta Canadá y Groenlandia por el oeste, y desde las costas del Sáhara Occidental hasta Islandia, Noruega e islas Svalbard por el este. Actualmente, su presencia es regular únicamente en el Atlántico Noroeste, mientras que en el Atlántico Noreste existen muy escasas citas en los últimos años.

    En el Atlántico Nordeste los primeros registros de caza de ballenas francas corresponden al Golfo de Vizcaya durante el siglo XI. Se capturaban decenas de ballenas cada año hasta 1650 y a lo largo de todo el siglo XVIII en que se produjo un notable descenso.

    En el Cantábrico se llegaban a contabilizar unas tres capturas por año y puerto, durante la segunda mitad del siglo XVI y primeros años del XVII. En la primera mitad del siglo XVII este valor cayó hasta 0,5 ballenas por año y puerto.

    Los arrantzales vascos, a bordo de primitivos barcos de remo, perseguían y daban muerte a estas ballenas, hasta el extremo de que entre los siglos XI y XVI su captura y la transformación y venta de los productos obtenidos de ellas constituían la principal industria de todo el litoral vasco. A ello se debe el que Getaria, Mutriku, Hondarribia, Ondarroa y otros pueblos tengan la ballena en su escudo.

    En los puertos vascos se detectó un descenso continuado de capturas a lo largo de los tres últimos siglos de explotación. En el norte de Europa todavía se capturaron entre 134 y 137 ballenas francas desde 1900 hasta 1937.

    Se diferenciaba entre una ballena joven y una vieja. La primera, propo rcionaba carne y la segunda, se utilizaba para obtener grasa.

    En la pesca de bajura, una vez muerta la ballena, ésta solía salir a la superficie, en un cua rto de hora. Una vez a flote, se arrastraba la ballena hasta la playa o la rampa del puerto aprovechando la pleamar, así cuando bajaba la marea, quedaba el cetáceo en seco y se izaba, para que al volver a subir la marea no se la llevara.

    Lo primero que se hacía con la ballena era desollarla, luego se troceaba, se licuaba la grasa y por último, se limpiaba el aceite.

    La ballena no se consumía en Euskal Herria, se exportaba y se comerciaba con ella. La lengua, considerada como un manjar exquisito, se enviaba a altos dignatarios y con frecuencia a Francia. El aceite también se exportaba al país vecino, ya que debido a la escasez de olivos, había déficit de aceite para el alumbrado. La grasa iba, sobre todo, a España, Inglaterra y Holanda.

    Del gran cetáceo, se aprovechaba todo:

    • la grasa también se empleaba en cosmética (siendo muy apreciado para este menester en Francia) y medicamentos (en concreto para aliviar dolores de estómago)
    • las barbas, eran utilizadas en corsetería (todavía hoy se habla de las ballenas en vestidos, corsés …), para fabricar sombrillas
    • los huesos, para la fabricación de muebles, en la construcción, joyas …
    • el esperma, muy cotizado para elaborar ungüentos

    Actualmente no existe una población estable en el Atlántico nororiental y los animales observados en las últimas décadas podrían proceder del oeste del Atlántico. Por ello, la población oriental de la especie se considera extinguida. No obstante, ha habido diversos avistamientos desde 1960, en concreto en Estaca de Bares (A Coruña, 1993), Cabo San Vicente (Portugal, 1995) y Canarias (varias localidades en La Gomera y Tenerife, 1995).

    Selecciona aguas poco profundas cercanas a la costa en bahías y penínsulas. A lo largo de su ciclo anual ocupa dos tipos de hábitats; en verano, se desplaza hacia aguas frías del Atlántico norte ricas en zooplancton; en invierno, las hembras preñadas emigran hacia aguas subtropicales y allí tienen lugar los partos. Se alimentan de copépodos calanoides y otros pequeños invertebrados (copépodos pequeños, krill, terópodos y larvas de percebes). En relación a la reproducción, las primeras gestaciones se producen a partir de los nueve o diez años de edad. Éstas duran aproximadamente un año. El intervalo entre los nacimientos parece haber aumentado en los últimos años y ahora los promedios son de tres a seis años.

    FACTORES CAUSANTES DE SU DESAPARICIÓN

    El declive poblacional de la especie se produjo por la captura masiva de ejemplares para su aprovechamiento. Actualmente, la pesca de esta especie está prohibida en todo el mundo.

    La mayor amenaza actual es la muerte por lesiones al quedar enmallada en redes de pesca, así como por colisiones con barcos y las hélices de sus motores. Otros factores que afectan a su éxito reproductivo son su baja diversidad genética, la escasa disponibilidad de alimento y la ingestión de materiales no naturales confundidos con alimento, los contaminantes químicos y las biotoxinas.

     


     


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