Una Ley de Cambio Climático en Navarra para cambiar lo justo

fotoPero cuando decimos lo justo, no nos referimos en el sentido de justicia climática y social, que sea capaz de hacer frente a la situación de emergencia climática y que tenga en cuenta sus consecuencias en las vidas de las personas. La Ley va por otros derroteros. Tan solo plantea cambiar lo mínimo para que la lógica de negocio y beneficio privado asociada al modelo de producción y consumo actual se vea alterada lo menos posible.

La nueva Ley va a venir precedida de un proceso de participación ninguneado. El anteproyecto se sometió a exposición pública en junio de 2020, durante 15 días, y sin atender los requerimientos para prorrogar plazos. El análisis del texto aprobado por el Gobierno refleja el nulo interés por recoger las aportaciones de contenido realizadas por organizaciones sociales. Sin embargo, se ha mostrado muy flexible y condescendiente con las demandas empresariales.

Itziar Gómez, Consejera de Desarrollo Rural y Medio Ambiente, presenta el anteproyecto como un texto ambicioso. Pero sus objetivos apuntan en otra dirección. Reproduce lo establecido en la Hoja de Ruta de Cambio Climático del Gobierno de Navarra de reducción de emisiones del 45% para 2030 y un 80% para 2050 con respecto al año 2005. Previsiones que están muy por debajo de los actuales objetivos europeos, y aún más de las advertencias científicas.

La intención del Gobierno es un auténtico brindis al sol, al no venir acompañadas de una planificación de los cambios necesarios para conseguir tales reducciones de emisiones. Actualmente en Navarra los combustibles fósiles, la mayor causa de cambio climático, siguen constituyendo el 80% de la energía que consumimos. La electricidad renovable viene a ser solo el 20% de ese consumo, y no presenta una tendencia a aumentar. Se necesitarían planes ambiciosos de transformación de la sociedad, que impulsaran una decidida reducción del consumo energético, y que éste fuera exclusivamente con energía renovable. Planes que, lamentablemente, no están en la agenda de ningún gobierno. Veamos las previsiones de esta Ley foral de Cambio Climático…

Del análisis del anteproyecto, apenas se vislumbran medidas que cuestionen de raíz la apuesta por las grandes infraestructuras con serias impactos en el territorio, en los ecosistemas, en la biodiversidad, en la salud y en la alimentación. Con esta Ley podrán seguir realizando las obras del TAV, la imposición de polígonos eólicos y solares, las plantas centralizadas de tratamiento de residuos, el negocio de la biometanización, el mantenimiento de las centrales térmicas de Castejón, las macrogranjas, la minería de las multinacionales,… acompañada por la caza y captura de los Fondos Europeos para la Reconstrucción. No casa la práctica diaria con los motivos de la Ley.

Entre las medidas de mitigación señaladas, se habla de cambio energético e impulso de las energías renovables. No sabemos si el retraso en la presentación de la Ley tiene que ver con el tiempo que se ha regalado a la empresas para presentar el caótico aluvión de polígonos solares y eólicos, y que ha recibido contestación en el mundo agrario y población afectada. Es más que dudoso que los cambios legislativos anunciados tengan efecto en los proyectos ya presentados. El anteproyecto no plantea instrumentos que faciliten un debate serio que vaya más allá de la sustitución tecnológica y poder establecer una planificación democrática para identificar la cantidad de energía que necesitamos, su distribución y su impacto en la economía local, su diseño descentralizado y desconcentrado. Si queremos planificación democrática, es necesario decretar una moratoria en relación a los proyectos renovables presentados. De lo contrario, la futura Ley seguirá a remolque de los oligopolios energéticos que marcan el ritmo de la transición energética.

En el apartado de movilidad sostenible se echa en falta medidas que integren la ordenación del territorio (ubicación de los servicios, impuso local,…) y la planificación del transporte para reducir su demanda. No se trata tan solo de sustituir diésel por electricidad. Llama la atención que el anteproyecto no recoja ninguna medida para promover el uso y mejora del ferrocarril. Al contrario, las declaraciones de la presidenta Chivite en favor de las obras actuales del TAV van en dirección contraria. Pensar en el vehículo eléctrico privado como alternativa denota una visión cortoplacista y oculta nuevos problemas (disponibilidad de materiales finitos, elevados consumo de energía y procesos contaminantes asociados, sus dificultades para incorporarlo a los vehículos pesados como maquinaria, camiones…). El transporte público, el tren público y social, y la bicicleta deberían ser el destino de los fondos públicos para garantizar infraestructuras y accesibilidad a toda la población.

En relación a los sectores primarios, es urgente recordar que el suelo agrícola está en peligro. Por ello, la colocación de placas fotovoltaicas debe estar prohibida en terrenos fértiles. Es necesario proteger, en cantidad y calidad, el suelo agrícola, aumentando la superficie ecológica: el suelo es un bien escaso, no renovable y fundamental para nuestra alimentación. Los polígonos solares, aunque vistan de verde, acelerarán la despoblación del medio rural. Igualmente, el modelo de macrogranjas, unido al negocio actual de gestión de residuos para la producción de energía debe prohibirse, en favor de una ganadería local, con presencia equilibrada en el territorio.

Por último, el anteproyecto no puede ser más decepcionante en la gestión de los recursos hídricos tan esenciales para nuestro futuro. No se establecen objetivos de ahorro en los consumos y no existe un pronunciamiento claro para no ampliar la superficie de riego en Navarra y dedicar los recursos disponibles a mejorar los actuales regadíos. Un aumento de la superficie de riego va a generar servidumbres con unos escenarios con menor disponibilidad de agua, incrementando la vulnerabilidad del territorio ante el cambio climático.

Creemos que el anteproyecto de Ley de Cambio Climático no apunta en la dirección correcta. Podemos encontrarnos en la antesala de una transición energética y social fallida para hacer frente al calentamiento global. Y no lo olvidemos. No nos basta con una Ley para replantear nuestro modelo energético. Esta debe venir acompañada de medidas que impliquen reparto del trabajo y de la riqueza, planes y fondos económicos para atender a las personas y comarcas afectadas, replantear el bienestar considerando los límites naturales, una nueva cultura de la autocontención y de la reducción de consumos superfluos, y una organización y poder descentralizado y democratizado. En definitiva, una Ley de Cambio Climático y unas políticas para cambiar, no lo justo, sino cambiar con justicia climática y social.

Mikel Saralegi Otsakar, (Sustrai Erakuntza)

 

Por fin arranca el saneamiento de Aginaga… ¡más de diez años después!

El Oria desde el puente de Txokoalde, camino de Aginaga. Fuente: Eguzki.

El Oria desde el puente de Txokoalde, camino de Aginaga. Fuente: Eguzki.

Estos días ha sido noticia el convenio suscrito entre Aguas del Añarbe y la Agencia Vasca del Agua para invertir conjuntamente 5,4 millones de euros en las obras de saneamiento de Aginaga y Txokoalde, cuyas aguas residuales van a parar en la actualidad directamente al Oria sin ningún tipo de depuración previa y, además, en plena Zona de Especial Conservación de la Red Natura 2000.

No nos cuesta nada decir que nos parece una excelente noticia, pero tampoco añadir, a renglón seguido, que no tenemos nada que aplaudir, pues estas obras que, esta vez sí, parecen a punto de arrancar deberían haber estado ejecutadas… ¡hace ya más de diez años!

En efecto, el saneamiento de Aginaga y Txokoalde estaba incluido en el Acuerdo Marco 2007-2011 que las instituciones implicadas firmaron para realizar una serie de obras hidráulicas en Gipuzkoa. Es decir, en principio, debería haber estado en servicio en torno a 2011. Durante años, sin embargo, no se ha hecho nada de nada, porque el Gobierno Vasco, que entonces se comprometió a financiarlas al 75%, no ha cumplido, del mismo modo que no ha cumplido con otros muchos proyectos de saneamiento.

Es más, en 2016, Eguzki denunció públicamente que el nuevo Plan Hidrológico relegaba el proyecto… ¡incluso más allá de 2027!

Nos consta que el hecho de que no haya sido así se debe en buena medida a que “la ejecución de esta importante infraestructura de saneamiento ha sido demandada intensamente por el Ayuntamiento de Usurbil en los últimos años”, según puede leerse en la nota que han hecho pública Aguas del Añarbe y la Agencia Vasca del Agua para dar a conocer el convenio. Corolario: los ayuntamientos son seguramente las instituciones con los recursos más limitados (y cuanto más pequeños, más limitados, claro), pero, a veces, una actitud proactiva por su parte puede marcar la diferencia.

EGUZKI, junio de 2021

INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA

Las obras de saneamiento de Aginaga y Txokoalde consisten en recoger las aguas residuales de ambos núcleos, que en la actualidad van directamente al Oria, y canalizarlas hasta el interceptor general de Usurbil y Lasarte-Oria, a través del cual serán conducidas a la depuradora de Loiola, donde serán tratadas antes de ser vertidas al mar en Ulia.

Eso requerirá, según los datos que se han dado a conocer estos días, la construcción de algo más de 4 kilómetros de colectores y sendas estaciones de bombeo en Aginaga y Txokoalde.

En morado, el colector o conjunto de colectores que posibilitarán el saneamiento. Fuente: URA.

En morado, el colector o conjunto de colectores que posibilitarán el saneamiento. Fuente: URA.

Las obras han sido licitadas en 5,4 millones, que financiarán la Agencia Vasca del Agua y Aguas del Añarbe al 60 y 40%, respectivamente. Además, Aguas del Añarbe ha hecho ya un desembolso previo en terrenos y proyectos que supera los 800.000 euros.

Los trabajos podrían iniciarse en diciembre (aunque, visto lo visto, conviene coger este tipo de previsiones con pinzas) y cuentan con un plazo de ejecución de 21 meses.