Propiedad: proyecto Lemu

La Naturaleza nos proporciona todos los recursos que necesitamos para vivir y absorbe los residuos que generamos, pero al mismo tiempo nos impone unos límites en cuanto a la disponibilidad de esos recursos y a la capacidad de asimilación de emisiones y residuos.

Se denomina huella ecológica a la superficie terrestre y marina biológicamente productiva necesaria para producir los recursos consumidos y asimilar los residuos originados por la población de un territorio. La huella ecológica de un habitante de Euskadi en 2001 era de 4,7 hectáreas (ha), es decir, el equivalente a cinco campos de fútbol.

No hay datos posteriores para Euskadi, pero seguramente se encontrará entre las cantidades que los últimos datos disponibles, del 2014, dan para España (3,9 ha) y Francia (4,7 ha). La huella ecológica promedio mundial era de 2,7 ha en 2015.

Imagen de: desde fuera de palacio

Desde la óptica de la sostenibilidad global la huella ecológica de los habitantes de un territorio no debería ser superior a la superficie disponible para cada habitante del planeta que es de 1,7 ha. Esto significa que cada habitante de Euskadi, además de las 1,7 ha de superficie biológicamente productiva de las que dispone en el planeta para satisfacer sus necesidades, necesita 3 ha adicionales de superficie para una huella de 4,7 ha. En este sentido, Euskadi muestra unas pautas de consumo globalmente insostenibles, pues para satisfacer sus necesidades está comprometiendo recursos de otras regiones o de otras generaciones. Ello implica que si todos los habitantes del planeta siguiesen las mismas pautas de consumo que los habitantes de Euskadi, la superficie biológicamente productiva del planeta debería ser 2,7 veces mayor que la disponible, es decir, se necesitarían 2,7 planetas.

En cuanto a los datos a nivel mundial resulta que para aprovisionar la huella ecológica promedio global de 2015 que era de 2,7 ha se necesitan 1,5 planetas ¿Cómo puede la humanidad estar usando la capacidad de 1,5 Tierras si sólo existe una? Al igual que es fácil retirar de una cuenta bancaria más dinero que los intereses que genera ese dinero, es posible recolectar recursos renovables más rápidamente de lo que se generan. Se puede coger cada año más madera de un bosque de lo que vuelve a crecer, y se pueden coger más peces de los que se reponen cada año. Pero hacer esto es sólo posible durante un tiempo limitado, puesto que el recurso finalmente se agotará.

A la luz de los datos expuestos y un cálculo elemental [365 x (1.7/ 4.7) = el día 132º del año en curso], para el 12 de mayo pasado Euskadi había agotado la remesa de recursos a su disposición del 2018. Y será el próximo 2 de agosto cuando la humanidad habrá usado el presupuesto natural global de todo el año 2018. Este día se ha movido de finales de septiembre en el año 2000 a agosto 2 en el presente año. Nuestro planeta es finito, pero las posibilidades humanas no. Vivir dentro de los límites de la naturaleza o dentro de las posibilidades de regeneración de la misma es técnicamente posible, financieramente beneficioso, y nuestra única posibilidad para un futuro próspero. Por ello, debemos poner todo nuestro empeño en retrasar la fecha del sobrepasamiento ecológico en el calendario. Es decir, debemos emprender un proyecto para Euskadi del siglo XXI que aspire a liderar, y no simplemente acompañar, los procesos económicos, energéticos, ambientales y sociales que para tal fin se están poniendo en marcha en todo el mundo. Tenemos la capacidad económica, los recursos, el capital humano, y sobre todo la conciencia ciudadana adecuada, evidenciada en la última encuesta de IHOBE, para ser un referente mundial. Solo nos falta la visión y la voluntad política de poner nuestro esfuerzo colectivo en esta tarea.

24 de julio de 2018
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